Durante años viví atrapado en un bucle.
Empezaba el lunes con motivación. Dieta nueva, rutina nueva.
El viernes, ansiedad. El domingo, culpa.
Probé lo que todo el mundo prueba:
Dieta estricta. Cardio en ayunas. Suplementos que prometen el oro.
Y sí… bajaba algo al principio. Pero lo volvía a subir.
Me miraba al espejo y pensaba:
“¿Qué más tengo que hacer?”
Spoiler: no era cuestión de hacer más.
Era cuestión de hacer mejor.
Crecí en Villarejo de Salvanés. El pueblo de las míticas galletas Cuétara.
Imagínate: rodeado de TostaRica, formé desde pequeño una relación con la comida que me acompañó durante años… y no siempre para bien.
Con el tiempo, mi cuerpo fue acumulando grasa sin avisar
Mi relación con la comida era cultural, emocional, diaria.
Y no, no me avergüenza. Me formó.
Pero claro, cuando llegas a la adultez con ese historial…
Tu cuerpo empieza a acumular grasa como si fuera parte de la rutina.
Y un día, sin darte cuenta, te ves desconectado de ti mismo.
Lo intenté todo. Sin resultados. Hasta que decidí entender el “por qué”.
Me cansé de palos de ciego.
De entrenadores que me decían “come menos, muévete más”.
De dietas sin lógica ni piedad.
Así que me formé.
Estudié fisiología, nutrición, fuerza, recomposición corporal.
Y lo más importante: lo apliqué en mí.
No desde el postureo. Desde la necesidad.
No para competir. Para entender cómo carajo funciona realmente el cuerpo humano cuando tiene estrés, responsabilidades, y cero tiempo para tonterías.
Ahí nació EGIFIT. Un método creado para gente como tú y como yo.
Personas normales.
Con vidas reales.
Con ganas de cambiar, pero sin perder la cabeza.
No vendo humo.
No creo en fórmulas mágicas.
Creo en sistemas simples, adaptables, sostenibles y, sobre todo, efectivos.
Ya he ayudado a más de 100 personas a perder grasa sin obsesión, sin hambre y sin dejar de vivir.
Te cuento el caso de Marta.
Madre de dos, trabajo de oficina, 30 minutos al día para ella.
Llegó quemada de intentarlo todo.
Ahora come más, entrena menos… y su cuerpo ha cambiado por completo.
O Javier, corredor amateur. Hacía 50 km semanales. No bajaba ni un gramo.
Solo le ajusté 3 cosas. Hoy está más ligero, fuerte y feliz.
¿La diferencia? Dejó de seguir reglas absurdas, y empezó a entender su cuerpo.
¿Por qué confían en mí?
Porque yo ya estuve donde tú estás.
Sé lo que es mirar la báscula y sentir que nada cambia.
Sé lo que es machacarte en el gym y no ver resultados.
Sé lo que es empezar el lunes con ilusión y llegar al jueves con frustración.
Pero también sé lo que funciona.
Y quiero enseñártelo.
Si has llegado hasta aquí, seguramente sientas que te estoy hablando directamente a ti.
No es casualidad. A mí también me habría venido bien alguien así cuando empecé.
Yo pongo el mapa. Tú marcas el destino.
Y si me dejas, caminamos juntos hacia la mejor versión de ti.
Sin culpa. Sin humo. Sin complicaciones.