💡 Sobre mí (o mejor dicho, sobre ti, y por qué no es tu culpa)
💡 Sobre mí (o mejor dicho, sobre ti, y por qué no es tu culpa)
La historia detrás del método
Durante años viví atrapado en un bucle.
Me llamo Sergio.
Y no, no crecí en un gimnasio ni fui el típico que tenía abdominales por castigo.
Crecí en Villarejo de Salvanés, un pueblo madrileño conocido por sus galletas (sí, Cuétara).
Así que imagínate: infancia entre Tosta Ricas, meriendas XXL y una relación con la comida que era más emocional que lógica.
De pequeño era activo, sí. Jugaba al fútbol, me movía muchísimo, pero eso no evitó que mi cuerpo en algunas fases de mi vida acumulase grasa como si tuviera prisa.
Mientras mis colegas quemaban calorías solo con respirar, yo cargaba con los efectos de cada comida mal hecha y cada intento fallido de ponerme en forma.
Probé de todo: rutinas de revistas, cardio como si me persiguiera un león, dietas con nombres raros que solo me dejaban más frustrado.
El problema no era que no me esforzara.
El problema era que no entendía cómo funciona de verdad la fisiología y el metabolismo cuando tienes una vida normal, responsabilidades y cero ganas de convertir la salud en una obsesión.
Allá por 2009 comencé a estudiar informática porque era un friki de la tecnología. Me flipaba cacharrear, bichear cosas en internet, desmontar aparatos… pero cuando llegó la hora de la verdad, no me veía recauchutando portátiles toda mi vida.
Me metí a fondo en defensa personal, jiujitsu, y hasta me preparé para ser policía. Lo tenía claro. Hasta que me dijeron que con un 20% de visión en un ojo no pasaba el corte y se me cerró esa puerta de golpe.
Así que encontré una vía parecida: Seguridad Privada. Y ahí me quedé muchos años. Me pasé el juego de la profesión.
Pero también pagué un precio alto: turnos largos, noches sin dormir, responsabilidad alta, estrés sin pausa.
Y claro, mi cuerpo fue acumulando la factura.
Hasta que un día me harté de improvisar. De no entender nada. De comer regular, entrenar peor y no saber si lo que hacía tenía sentido.
Ahí empecé a buscar soluciones. Las de siempre, claro.
En 2014 empecé a meterme más en serio. Y lo que encontré fue un caos.
Me titulé como TSD (Dietética) y TSAF (Acondicionamiento Físico).
Me dejé un pastizal en otros cursos complementarios, másters y certificaciones.
Y aún así, algo no cuadraba.
Había piezas sueltas, pero ningún sistema claro.
Seguía sin ver resultados reseñables más allá de desnutrirme para marcar abdominales con 65 kg.
Hasta que un día conocí a Roberto Amorosi. Me voló la cabeza. Rompía todo lo que creía saber sobre programación de entrenamiento, biomecánica y nutrición.
Desde entonces hice todas sus formaciones, cambié mi forma de entrenar y todo encajó.
Hoy, incluso formo parte del equipo ECN —la mejor escuela de formación en fitness de habla hispana— como tutor del curso y entrenador del equipo.
Me apliqué todo en mí, con mi contexto, mis limitaciones y mis ganas reales de transformar el físico (y la vida) de cualquier persona sin dejar de vivir.
Entendí la mandanga de la fisiología real, el metabolismo y qué hay verdaderamente detrás de una recomposición corporal en mayúsculas.
Todo esto, es lo que hoy aplico con mis clientes.
Probé cada cosa en carne propia y en mis primeros conejillos. Ajusté, fallé, afiné, repetí.
Y de ahí nació EGIFIT.
Una metodología pensada para personas normales, con vidas reales, que quieren perder grasa y ganar energía sin convertir el gimnasio en su segundo trabajo ni la dieta en una religión.
Gente que valora su salud.
No vendo milagros.
Vendo un sistema que funciona. Que se adapta a ti. Y que te permite avanzar con claridad, lógica y resultados visibles.
He ayudado ya a más de 150 personas —muchas con vidas aún más complicadas que la tuya— a mejorar su físico, su salud, energía y su relación con la comida y el entrenamiento.
Porque cuando entiendes cómo funciona tu cuerpo, todo cambia.
No solo lo estético. También tu enfoque, tus decisiones, tu manera de liderar tu vida.
Si has leído hasta aquí, es porque hay algo que te ha resonado.
Y si estás cansado de sentir que tu cuerpo no te sigue el ritmo, que lo intentas todo pero nada cuaja, o que te falta un sistema claro y real para avanzar, ya sabes por dónde empezar.
Yo pongo el mapa.
Tú marcas el destino.
¿Vamos?